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  • Foto del escritorEleonora Fondeur

Aceptar y aceptarte: un paso a la felicidad


Cuando nos resistimos a aceptar el pasado, nuestra realidad y las personas que somos, abrimos las puestas para que entre el desequilibrio en nuestras vidas y esta es una de las primeras causas de la infelicidad.

Lo hecho, hecho está

Todos tenemos un pasado con hechos que desearíamos cambiar: tomamos decisiones erradas, herimos a personas que amamos, hicimos (o no) cosas que ahora lamentamos, etc. El pasado no debería representar un problema, considerando que nada de lo que hagamos puede cambiarlo. Hasta cierto punto está bien mirar atrás arrepentirnos de ciertas cosas, pues ser capaces de ver lo que hicimos mal nos ayuda a crecer. El problema se suscita cuando nos quedamos atascados allá atrás y no logramos superar los “si hubiese hecho esto”, “si no hubiese hecho aquello”.

Doña culpa y don arrepentimiento

Ellos son los principales causantes de que mucha gente no pueda soltar el pasado. Se originan, por lo general, cuando el individuo se resiste a aceptar la realidad que tiene en el presente: le parece que estaba mejor antes, o piensa que su actual situación es el resultado de lo que hizo mal en el pasado.

En dosis moderadas, la culpa y el arrepentimiento pueden ayudarnos a crecer ya que nos permiten identificar errores pasados, y el no querer sentirnos culpables y arrepentidos de nuevo, nos motiva a aprender de nuestras faltas para no volverlas a cometer.

Sin embargo, cuando la culpa y el arrepentimiento se salen de proporción, pueden volverse un ancla que nos ata al pasado, impidiéndonos aprender de él y haciendo difícil que podamos disfrutar el presente. En estos casos, hay que evaluar por qué estos sentimientos se han hecho tan pesados y buscar la forma de superarlos, ya que con ellos a rastras no podremos llegar muy lejos.

El pasado es un gran maestro

Pocas cosas nos enseñan tanto como vivir la experiencia, en especial cuando estas nos han causado dolor. Puede ser difícil de aceptar, pero crecemos como personas a través del dolor. Es como el fuego en el cual se funde el hierro para hacer con él piezas útiles y de valor. Así sucede con las personas, es muy raro que no seamos transformados para bien luego de vivir algo doloroso.

Por esta razón, debemos aprender a ver el pasado como a un maestro y no como si fuese nuestro verdugo. Si dejamos de lado la culpa, el arrepentimiento y el resentimiento, y miramos atrás buscando aprender de lo vivido, seremos capaces de nutrirnos de cada una de las vivencias que hemos tenido.

Tengamos plena confianza en que todo lo vivido tiene una razón, pues nada ocurre al azar. Se trata de aprender del pasado, no de que nos castigue, lo lograremos si nos apartamos del deseo de huir de él y comenzamos a verlo de forma objetiva, aceptando que las experiencias vividas nos han ayudado a crecer y que también hay recuerdos agradables. Por eso, busquemos estar en paz con nuestro pasado, seremos los más beneficiados de ello.

El pasado te hizo quien eres hoy, acéptate tal como eres

Dice un refrán “lo que no te mata te hace más fuerte”. Sobreviviste al pasado y estás aquí, sin duda lo vivido te ha hecho una mejor persona. Acepta que eres un ser humano valioso, con muchas virtudes y mucho que ofrecer. Sí, cometiste algunos errores, igual que todos. En parte, de eso se trata la vida: equivocarnos. Hay lecciones que sólo las aprendemos a través del dolor que sentimos a raíz de nuestras faltas.

Para poder vivir una vida plena, es preciso buscar la paz con el pasado y con nosotros mismos, una buena forma de comenzar es aceptándonos. Es sano dejar de lado la idea de que de debemos ser perfectos, la auto-crítica negativa, la comparación con los demás. También parar de minimizarnos y alejarnos de la gente que nos hace sentir menos. Y lo más importante: es necesario ponernos atención, velar por nuestros sueños y necesidades, dejar ponernos en segundo lugar y de mentirnos a nosotros mismos, nos debemos respeto.

El perdón todo lo cura

Un buen primer paso para soltar lo pasado es perdonar: a quienes nos dañaron, a las circunstancias, a la vida, a nosotros mismos. El perdón nos libera de las cargas que nos impiden avanzar. Guardar resentimiento sólo nos hará sentir peor, cada vez más tristes y amargados, además de enfermarnos.

Si es necesario y posible podemos disculparnos por las faltas que hayamos cometido, expresar nuestro arrepentimiento aligera el peso que llevamos y puede ser un alivio también para los demás. Si no podemos hacerlo o las otras personas no aceptan nuestras disculpas, simplemente debemos aceptar y dejar ir; nuevamente: todo tiene una razón de ser, lo importante es ser capaces de asumir nuestra parte de la responsabilidad.

Un punto a resaltar es la importancia de perdonarnos a nosotros mismos, suena sencillo pero suele ser más difícil de lo que parece. Siempre recordemos que nada ganamos con llevar esa carga, poder soltarla aprendiendo de ella es lo más sano.

Si tú o alguien que conoces necesita ayuda aceptar su pasado, su vida o a sí mismo, contáctame; estaré feliz de poder colaborar.

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